Doha El Farh
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nos permite saber a grandes rasgos de qué parte del mundo procedían nuestros antepasados; esto es especialmente interesante si uno no conoce sus orígenes, o si quisiera comprobar si puede tener antepasados de una región determinada. En primer lugar es preciso apuntar que las pruebas genéticas con fines genealógicos no implican extracción de sangre: basta con raspar durante unos segundos un bastoncillo esterilizado (aportado por la compañía en cuestión) por la parte interna de la mejilla, de forma que queden inscrustadas en el algodón las células bucales, las cuales contienen ADN: nuestra huella genética particular. Otras compañías, como AncestryDNA, aportan un tubito de plástico en el que deberemos escupir para aportar nuestra muestra de saliva. Dicha muestra se envía al laboratorio de la empresa que hayamos contratado; allí, los expertos “desglosan” nuestro ADN e identifican una serie de marcadores que compararán con aquellos marcadores que hayan identificado previamente a través de diversos grupos étnicos repartidos por todo el mundo. Mediante una comparación de dichos marcadores, el laboratorio nos dirá qué porcentaje de ADN estima que tenemos de una zona geográfica determinada, cuánto de otra, y así sucesivamente.
Una ventaja seria que prporciona información muy valiosa para toda la familia, incluso para los miembros que no hayas sido analizados.
Y un inconveniente seria que El proceso puede ser emocionalmente difícil, tanto si se encuentra una alteración genética como si no. Es posible que se sufra ansiedad, depresión o sentido de culpa.